Creo que andaría mejor el mundo si todos tuviéramos la virtud de ponernos en la piel del otro.
Todos deberíamos tener "algo superior" en que creer, para no tener que ser tan racionales.
Yo creo en Dios; en su poder y su bondad. En su censura y su dureza. Pero también creo en su buen amor y su dulzura. Hay un pensamiento que se titula "huellas" y dice más o menos así.
Una noche un hombre tuvo un sueño. Soñaba que caminaba por la playa con el Señor.
En el sueño transcurrían escenas de su vida. Notó que por cada escena al volver la vista atrás vió dos pares de huellas en la arena: unas de él y otras del Señor.
Notó que en diferentes momentos cuando miró hacia atrás vió un solo par de huellas; esto coincidía en los momentos de prueba y sufrimiento. Esto lo inquietó y le reprochó al Señor:
-- Señor: me dijistes que ni bien me decidiera a seguirte Tú caminarías a mi lado todo el tiempo.
¿Por qué cuándo más te necesité tu pareces haberme habandonado?
**Hijo: te amo y nunca te abandonaría.
Cuando en tus momentos de prueba y sufrimiento
veías un solo par de huellas, era porque
yo te llevaba a mi espalda.
A veces, (como el protagonista de nuestra historia) reprochamos a nuestros mayores tal o cual "cosa" que hicieron o dijeron. Hubiésemos preferido que no la hubiesen hecho o dicho.
¿Quién les hizo creer que nuestros mayores eran perfectos?
En algún momento les voy a contar algún capítulo de mi vida no muy poco grato. Pero dejémoslo para otro momento. Para despedirme de esta "entrada" les voy a dejar un pensamiento muy conocido pero que vale la pena recordarlo y TENERLO EN CUENTA.
"NO LLORES POR EL SOL,
PORQUE LAS LÁGRIMAS
NO TE DEJARÁN
VER LAS ESTRELLAS".
Diego R. Perich Bordabehere
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